De espaldas a la ciudad,
parado en el lugar par de la hilera de pescadores.
Monjes encapuchados con sus camperas de gimnasia a quienes ni el rugido de los aviones ni los latigazos del oleaje parecen cuestionar.
En silencio esperan su respuesta prometida.
Imito sus movimientos como quién entra por primera vez a un templo de una religión ajena.
Intento domesticar la cadencia de estos días sin los elementos básicos.
Envidio a los que pueden sacar un pez del agua.
En un país que no es el tuyo,
en un idioma que no comprendés del todo,
frente a una tumba.