Una mujer mayor cuida de otra que hace días permanece en coma.
El rostro de la primera mujer está más gastado que el día anterior y en la parte clara que la habitación sin luces conserva a pesar del atardecer próximo confiesa su parecer sobre la conveniencia de la muerte.
Las columnas de cemento olvidaron los reflejos dorados ante la primera mañana fría del otoño.
Ya hablarán demasiado del color del cielo en estos días.
Las estructuras y nosotros ignoramos fechas exactas. Envejeceremos y moriremos más lento de lo que lo necesitamos. Ya hablaron demasiado de la muerte en estos días. Nosotros, que no tenemos mucho más para decir de ella, porque sabemos a quienes si debemos escuchar en silencio.
Eli de San Juan fuma Virginias Slims sobre la mesa de madera. No deja de hablar hasta que deja de hablar y larga una bocanada de humo. Después dice: "el viejo, tan hijo de puta él, un día decidió morirse, siempre hizo lo que quiso". Por debajo de la mesa Natalia me acaricia el muslo con su pie.
La magnitud de la tormenta nocturna que contemplamos embarró los umbrales.
Del terraplén de la autopista a la avenida, un cortejo de cadáveres de palomas y hojas verdes arrancadas prematuramente de las ramas a ambos lados del empedrado. Para la cuadrilla municipal será apenas un trabajo tedioso.
Nosotros disfrutamos el paisaje durante el silencio del comienzo de la mañana.
Parece que ya estamos en abril.

Rusita Poemas Cortos Vol. 1

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